En 1903 se
publicó The riddle of the sands (en
castellano, El enigma de las arenas),
una novela de Erskine Childers que pasado el tiempo de su aparición fue reconocida
como el inicio de un nuevo género, el del thriller, y considerado uno de los
relatos de suspense y espías más sólidos de todos los tiempos. La historia
cuenta las vicisitudes del narrador y su compañero Davis a bordo de un yate en
las costas frisias del norte de Alemania, donde se cuece un avieso plan: hay naves
ocultas entre los canales, reuniendo pertrechos para una posible invasión de
las Islas Británicas. La Gran Guerra
estaba a la vuelta de la esquina y el miedo al desembarco del enemigo siempre
ha sido una constante en el largo censo de las desconfianzas británicas. El capítulo
primero de la novela comienza con un párrafo del que me acuerdo a menudo. Traduzco:
He leído acerca de hombres que, cuando son forzados
por el servicio a vivir durante largos periodos en completa soledad —salvo por
unas pocas caras negras—, han convertido en una regla vestirse correctamente
para la cena con el fin de conservar su autoestima y evitar una caída en la
barbarie.
Es cierto,
sólo la disciplina nos salva a menudo de caer en el desorden y la barbarie. Por
eso retomo aquí el blog largamente abandonado por mi desidia: reconozco que el
hecho de verme obligado regularmente a insertar una entrada me oxigena las
ideas y me recuerda que si las cosas no se dicen en voz alta nunca llegan a ser
cosas del todo. Esperemos que la llamada al orden de Childers se conserve
fresca en mi cabeza y no permita que acabe convirtiéndome en un salvaje. Veremos.
3 comentarios:
¡Bravo!
Es una suerte estar al otro lado para leer lo que aquí materialices.
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