jueves, 5 de febrero de 2009

Muerte y Egipto


Esta semana supimos, con pesar, del deceso de Hans Beck. Me temo que su nombre no dirá nada a la mayoría del público, ni siquiera (o sobre todo) a ese aficionado a los suplementos literarios y los programas de exposiciones. Porque Hans Beck no era literato, ni pintor, ni músico contemporáneo, ni performer en sus diversas ramas, aunque sí un artista como la copa de un sauce. Era juguetero.

En 1971, después de la crisis del petróleo, la industria juguetera andaba cabeza abajo buscando extraer rentabilidad a un mercado que dependía dramáticamente de los suministros de plástico y que veía cómo su materia prima se encarecía día a día hasta lo prohibitivo. Había que ahorrar tamaño, piezas, costes: se necesitaba un juguete funcional, de reducidas dimensiones, que ofreciese la máxima capacidad de juego y que constase del menor número posible de componentes, lo que facilitaría a su vez un precio ajustado. La empresa alemana Geobra Branstätter se había dedicado durante los años sesenta a la fabricación de hula-hops y muñecas que ya no se mostraban rentables; entonces Beck recibió el encargo de diseñar una nueva línea de productos ateniéndose a la rigidez de los nuevos tiempos. La respuesta de Beck fue el muñeco más versátil y universal que ha existido jamás, el homo sapiens sapiens de la cadena evolutiva de los juguetes.

Al principio, bajo las exigencias de la dirección de Geobra, Beck produjo vehículos, coches, excavadoras, camiones de bomberos a los que acompañaban, de relleno, unas pequeñas figuras que debían ocupar el puesto del piloto. Pero de modo inesperado, y contraviniendo las órdenes de la empresa, el interés de Beck giró repentinamente hacia dichas figuras en vez de centrarse en las máquinas que debían conducir. Durante tres años de investigación y pruebas, cotejó modelos y finalmente se decidió por un prototipo que respondía cabalmente a las necesidades de juego de los niños. Constaba de un tronco central al que se añadían una cabeza, dos brazos y dos piernas. La ausencia de codos y rodillas, que con el tiempo se convertiría en una de las características identitarias del producto, fue decidida por Beck después de reparar, en diversas experiencias, en que el exceso de piezas y movilidad perturbaba a los niños, tendentes a movimientos más esquemáticos. Criterios infantiles fueron tenidos también en cuenta en el momento de diseñar el típico cabello en zigzag y el rostro con la sonrisa y los ojos redondos: en sus dibujos, los niños suelen retratar a las personas con cabezas circulares, boca y ojos marcados y ausencia de nariz. Asimismo, el tamaño debía acomodarse a las dimensiones de la mano infantil, por lo que se decidió el estándar de siete centímetros y medio. El resultado fue un muñeco tal y como lo habría ideado un niño atendiendo a sus propias necesidades de juego, sin sofisticaciones ni apéndices superfluos.

El muñeco fue presentado en sociedad en la Feria del Juguete de Nuremberg de 1974. El éxito, según sabemos, fue instantáneo. Tanto, que Geobra dejó de fabricar cualquier otro tipo de productos y se concentró en dotar de entorno social, arquitectónico, histórico y tecnológico a su famosa criatura, pasando a convertirse en la multinacional Playmobil. Beck se jubiló en 1999, después de adiestrar a un equipo de diseñadores para que continuaran, tras su marcha, ampliando ese universo paralelo de seres de colores con el cabello en forma de cepo.

Hay que reconocer, al menos, que esos discípulos están a la altura de la labor y que no desmerecen en absoluto de la memoria de su maestro. Rastreando por Internet en busca de información sobre la vida y milagros del insigne juguetero (información con la que, por otra parte, ha sido redactado este post), di con la página de Playmobil España y comprobé, lleno de regocijo, que la familia se amplía. Si hace apenas un par de años nuestros diminutos amigos se convirtieron en romanos (ahí están las series 4270-4278, con circo, tiendas de campaña, torres de combate, centurión, soldados, cuádriga y galera) y nos hicieron disfrutar a los amantes de lo trivial con el detallismo de las espadas (los famosos gladii heredados de los guerreros hispanos), las lanzas (el pilum), el yelmo del centurión con la cresta de la cimera en horizontal y otras nimiedades, ahora los playmobil llegan a Egipto. Sí, en serio. En la sección correspondiente de la página antedicha podéis contemplar con todo detalle los componentes de la nueva serie que aún no he visto en tiendas, pero que deben de estar a punto de caer. Fijaos en la minuciosidad de esos pectorales, en la doble corona del faraón, en los ojos pintados. Ya estoy reservando espacio en alguna estantería para el templo, con obelisco y todo: eso, claro, si mi mujer no se harta antes y me manda a la calle con todas mis colecciones de cosas estúpidas, libros, muñequitos, postales, cuadernos y demás chatarra que nos impide vivir a la manera del resto de los humanos.




(Nota.- El lector habrá observado que a lo largo de toda la entrada he rehuido el término clic, o click, o klick, con que estos muñecos eran conocidos entre mis compañeros de generación. Lo he hecho porque, según compruebo, las nuevas hornadas de niños no lo conocen y se refieren genéricamente a estos muñecos con el nombre de la marca, un playmobil, dos playmobil, etc. En puridad, y puesto que se trata de una variante antigua del mismo producto, el nombre de clic debería reservarse para aquellos muñecos que en España fueron comercializados por Famosa bajo la rúbrica de Famobil, algo más toscos y primitivos que los de ahora, con menos colores, menor movilidad y menor variedad.)

1 comentario:

Daniel Ruiz García dijo...

Buena pinta, los egipcios. Mi niño ni siquiera los llama Playmobil. Sus dos clicks tienen nombres bastante comunes: Pepe y Juan. Ahí ando, por cierto, a la caza de un click tamaño humano, pero a través de la mencionada página es imposible. Lo he visto en dos ocasiones: en una gran tienda de juguetes (pujé por el bicho, pero la cajera me dijo que no estaba en venta) y en un stand de una marca electrónica (?) en una Feria del sector en IFEMA. Los había de distintos tipos, todos a tamaño humano: vaqueros, exploradores, doctores... ¿Te lo imaginas luciendo en tu salón?