Cosa tramposa es la estética, que invita a acercarse y cuando parece que nos hallamos a su cobijo nos envuelve con rígidos tentáculos y arteras ramas y acabamos por asfixiarnos o, cuando menos, quedar inmóviles entre sus garras fragantes. A un escritor no le conviene hacer estética porque, como bien se encargan de repetir las tres o cuatro personas que hablan inteligentemente de cosas de estas, uno corre el peligro de escribir del modo en que uno piensa en vez de pensar en el modo en que uno escribe, que parece, dicen los listos, lo correcto. Confieso que yo, a menudo, he incurrido en el vicio solitario del programa estético (en este mismo blog, sin ir más allá), y que tengo todas las papeletas de tropezar en la misma piedra en el futuro. De momento le doy voz a Fernando Pessoa, con cuyas espléndidas elucubraciones he topado mientras me distraía en hojear el tercer volumen de su Obra poética e em prosa (Introduçoes, organizaçao, biobliografia e notas de António Quadros. Porto, Lello & Irmão editores, 1986; las traducciones son mías):
“Por naturaleza, la inteligencia, aunque no crea, constantemente se transforma. Un largo uso de la inteligencia por parte de la humanidad creó un instinto en esa inteligencia, y como la inteligencia por naturaleza transforma, y el instinto por naturaleza opera, una fusión de los dos, o, en otras palabras, un instinto intelectual, será una cualidad del espíritu que transforme operando. Pero la transformación reducida a acto es precisamente la esencia de la invención, puesto que la invención es un acto, y un acto que transforma lo que hay.
La obra de arte, en tanto que invención de un valor, deriva por tanto de lo que propiamente se puede llamar un instinto intelectual” (Ontología da obra de arte, ed. cit., pp. 16-17. El subrayado es mío. Compárese con lo que afirma Poe de la creación en The poetic principle).
“El hombre de genio es un intuitivo que se sirve de la inteligencia para expresar sus intuiciones. La obra de genio —sea un poema o una batalla— es la transmutación en términos de inteligencia de una operación supraintelectual. En tanto que el talento, cuya expresión natural es la ciencia, procede de lo particular a lo general, el genio, cuya expresión natural es el arte, procede de lo general a lo particular. Un poema de genio es una intuición central nítida resuelta, nítida u oscuramente (conforme al talento que acompañe al genio), en transposiciones parciales intelectuales. Una gran batalla es una intuición estratégica nítida desplegada, con mayor o menor ciencia, conforme al talento del estratega, en transposiciones tácticas parciales” (O homem de génio, ed. cit., pp. 33-34. Inevitable acordarse de Schopenhauer).
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