lunes, 15 de noviembre de 2010

El hombre al que odiaba Leopold Mozart



En su muy meritoria labor de arqueología musical, la casa Brilliant acaba de rescatar de los barros del anonimato a un autor cuando menos digno de atención. Su nombre es Luigi Gatti y le cabe el raro honor de haber sido insultado por Leopold Mozart, un hombre que, de cualquier modo, nunca se caracterizó por su amplitud de miras ni por la solidez de sus entendederas (aparte de explotar inmisericordemente a sus dos hijos como monstruitos de feria, han quedado para las posteridad sus opiniones epistolares en las que ensucia a Voltaire). Gatti arrebató a Leopold a principios de la década de 1780 el codiciado puesto de Kapellmeister del Príncipe Arzobispo de Salzburgo, puesto detrás del cual andaba el último desde que no tenía vello sobre la boca, lo cual le mereció la cantidad de insultos que es de suponer. Sin embargo, Wolfgang lo frecuentaría en Viena, que Gatti visitó de vez en cuando, y alabó su camaradería y buen talante: siempre, decía, está dispuesto a indicarte un buen libretista o a prestarte el suyo (la coalición Mozart-Da Ponte, a la que debemos varias cumbres de la Historia del Arte, fue resultado, precisamente, de la intervención de este perfecto desconocido hasta el día de hoy).

Luigi Gatti (1740-1817), sacerdote por necesidad alimenticia (como tantos de sus contemporáneos), repartió su labor entre la Austria mozartiana y su Mantua natal, en un tiempo en que el style galant dominaba Europa y unía a todas las naciones mediante el primer idioma universal. Leo en el booklet que fue responsable de una miríada de composiciones, que su talento o su obstinación le permitieron practicar diversos géneros como la sinfonía, el concierto o la ópera, y que conoció una enorme aclamación en su época que ha quedado reducida a tétrico silencio durante doscientos años. Con esta grabación, Brilliant pretende, en colaboración con el Conservatorio de Musica di Mantova, rescatar lo más sobresaliente de la producción de tan clamoroso cadáver.

La primera entrega, que acabo de repasar entre ayer y hoy, corre del siguiente tenor. En primer lugar tenemos un Concertone para dos violines y orquesta en re mayor que es en realidad una especie de sinfonía concertante para violines y violonchelo. El estilo, igual que el resto de composiciones, recuerda inevitablemente al Mozart más verde o a sus contemporáneos galantes, Dittersdorf entre ellos, o a Haydn. Lo más poderoso del Concertone para violines es el Larghetto, animado por unos compases tonantes de toda la orquesta que se repiten al final de cada sección. La segunda partitura, un Concierto para fagot en fa, está construido sobre un esquema común en el cuarto de siglo en que vio la luz, con un fraseo ágil y poco exigente dedicado al instrumento principal (inevitable acordarse, otra vez, de Mozart, cuyo Concierto para fagot en si bemol constituye uno de los escasísimos ejemplos de composición dedicado a dicho plantel) y un adagio sostenuto muy sentido y cantabile; ejemplos del mismo modelo los encontramos en los primeros conciertos de Mozart para trompa, oboe o flauta, en los de Franz Danzi, Haydn (para trompeta y oboe), Dittersdorf (oboe) o Antonio Rosetti.
Quizá lo más interesante sea el final: un concierto para piano en do de dimensiones vienesas en que se nota, aquí sí y bien, el influjo del niño prodigio de Salzburgo. El contraste entre solo y tutti es inequívocamente mozartiano, así como el modo de doblar a la orquesta en la sección de acompañamiento entre intervención e intervención del solista. Con todo, y aunque haya episodios de puro esplendor, Gatti queda a galaxias enteras de distancia de los conciertos invulnerables KV 482 o KV 595: y es que la invención melódica y las transiciones del segundo artista más grande de la Tierra (después de Bach) no se obtienen con facilidad.

La interpretación, a cargo de la Orquesta de Cámara del Conservatorio Musical de Mantua (dirige Fausto Pedrutti), está llena de vigor y de espacio, como si tocaran en un palacio de cristal: a resaltar en especial el acompañamiento de los metales en el concierto para piano. La grabación es en directo en el Teatro Scientifico de Mantova, al que pertenece la fotografía que abre este post. Para todos aquellos que me preguntéis, en fin, si me ha interesado la oferta, sólo diré una cosa: que adquiriré raudo y contento el resto de las entregas de Gatti en cuanto salgan a los escaparates.

(NB: releo lo escrito y advierto que he sido injusto con Leo Mozart. Le corresponde la autoría del manual para violín más difundido durante un siglo, el Versuch einer gründlichen Violinschule, de 1756, y eso tampoco es para despreciar. Tú sabrás disculparme, viejo.)

1 comentario:

Elena Rius dijo...

Preciosísimo ese Teatro Scientifico y muy interesante esa recuperación de Gatti. Lástima que no hayas podido añadir links sonoros a tus comentarios sobre las piezas musicales. Habrá que buscarlas.