martes, 2 de febrero de 2010

Entre traidores




Esta semana, por motivos que no vienen al caso, me he visto engolfado en la relectura de El jugador de Dostoievski (los clásicos no se leen, se releen: norma elemental de la persona culta). Y entregado a tan esforzada tarea, me he topado con una evidencia que no puedo dejar de consignar en este blog, vocero de toda inquietud intelectual, artística o gratuita de su autor. Mucho me temo que no sorprenderá a nadie: no vale fiarse de las traducciones. Cuando lees una traducción, no lees al autor, sino a quien lo vertió en tu idioma. Más: ni siquiera lees a quien lo vertió, sino a su época, a sus periódicos, a sus conventillos, sus cenáculos, sus anuncios por palabras. (Evidencia números dos, en la que no entraremos por ahora: en realidad nunca leerás al autor, porque ni su época, ni sus periódicos ni sus cenáculos son ya los tuyos; un abismo de sobreentendidos os separa. Si el idioma de cada momento o lugar es un planeta —Wittgenstein dixit—, entonces lo que lees, lo que tratas de leer, es la lengua de los alienígenas.)


Según testimonia una nota a bolígrafo en la página de respeto, adquirí el primer volumen de las Obras Completas de Dostoievski en marzo de 2004. Tengo aquí delante el tomo, profundo e inmenso: una reedición facsímil de las Obras Completas que Aguilar publicó en 1953, con traducción directa del ruso, introducción, prólogos, notas y censo de personajes por Rafael Cansinos Assens, Correspondiente de la Real Academia de Buenas Letras, etcétera. Mi admiración por Cansinos viene de lejos, impulsada principalmente por la admiración de mi amigo Manolo Haro; Manolo ha recorrido varias veces sin que su veneración desfallezca la Novela de un literato, donde se retrata la bohemia madrileña de 1920, y ha seguido con parejo fervor los avatares biográficos y familiares de Cansinos por las bibliotecas y su ciudad natal, Sevilla, esa otra biblioteca (todas las ciudades son bibliotecas; toda biblioteca oculta una ciudad). Un segundo motivo para mi admiración son los términos superlativos que Borges dedicó a la memoria de Cansinos. Ya sabemos que de vez en cuando Borges era dado a los extravíos, las ironías sin vuelta atrás o la simple boutade, pero es cierto que durante toda su carrera de escritor tributó honores sin cuento al nombre y la obra de quien consideraba su más firme maestro. (No sé qué decir. Borges también consideró maestros a Leopoldo Lugones y Evaristo Carriego.) En cierta ocasión, y aquí llegamos al tercer motivo de admiración, Borges afirmó (no cito avant la lettre) que Cansinos Assens “era capaz de saludar a las estrellas en catorce lenguas distintas”. A mí este alarde pentecostal me llena de maravilla y de alarma: yo, que siempre he amado las lenguas de los hombres, me inclino hasta torcerme la cerviz ante quien puede franquear con el mismo desparpajo informaciones de catorce periódicos distintos en catorce ciudades distintas del globo. O que puede, ya que vamos a ello, traducir a clásicos irrompibles de catorce literaturas distintas. Aunque sea a un castellano con olor a polvo y a ropa vieja.


Tiempo ha, ya había arrostrado yo la traducción de Cansinos de El doble, que Nabokov considera la novela más perfecta de Dostoievski. Confieso que estuve a punto de abandonar, y que conste que yo sólo dejo atrás libros en islas desiertas cuando su peso ya no me permite nadar con ellos. El idioma pesaba como una losa: a los enclíticos (diose, entrometióse, hablóse y así) había que sumar frases de sintaxis incomprensible (no sé si heredada del ruso) y una elección de términos que me resultaba más que dudosa (de acuerdo, el acervo del castellano es inagotable y bien gráfico, pero ¿es lícito apuntar que “Goliadkin daba valsones” en vez de tropezar o marearse?). Aun así, movido por los motivos de admiración que he apuntado más arriba, intenté una segunda oportunidad con El jugador. Y el resultado fue el mismo: pero aquí no pude nadar (tengo dos hernias) y me vine al fondo con Alexéi Ivánovich (Aleksieyi, escribe Cansinos), Pólina, la bábuschka y el resto de personajes. Tuve que buscar un sustituto. Lo hallé en la vieja librería de mi padre: el número 5 de la famosa Biblioteca Básica Salvat, que todo el mundo guarda amarilla y aritmética en el salón de casa es, precisamente, El jugador de Dostoievski, aquí piadosamente traducido (dice que también del ruso) por José Laín Entralgo. La diferencia en el castellano fue notoria y conseguí llegar más o menos a buen puerto (hasta que el libro, ya conocemos la colección, se me desencuadernó sobre las rodillas). La experiencia me sirvió para espigar varias reflexiones. En primer lugar, no dudo ni remotamente de la capacidad de Cansinos Assens para comprender el ruso, según revelan a las claras sus notas, indicaciones al margen y sugerencias de curiosa meticulosidad filológica; sí dudo en cambio, y mucho, de su capacidad para conectar con el lector de cincuenta años después. Cansinos escribe en el rancio e insostenible idioma de la generación de 1920, el mismo que vuelve ilegibles a Pérez de Ayala, a los novecentistas, y que avergüenza ciertas páginas de Ortega y Gasset. A mitad del capítulo V, volumen primero, página 723 en la edición de Aguilar (en realidad reedición de RBA), leemos:


“Se detuvo, respirando de su cólera. Por Dios que no sé si sería guapa; pero a mí siempre me gustaba mirarla, cuando así se me quedaba plantada delante, afanosa, y solía con frecuencia provocar con gusto su enojo”.


Esas aposiciones y esos giros verbales suenan a latín, por no hablar del galicismo de inspiración divina y del aturdimiento de las palabras afanosa y enojo. Más obsequioso con el español contemporáneo, Laín Entralgo (que traduce apenas diez años más tarde) explica:


“Se detuvo jadeante de cólera. Lo aseguro, no sé si es guapa, pero siempre me ha agradado mirarla cuando se detiene así ante mí, y por eso me gusta tanto provocar su cólera” (página 51 de la edición de Salvat).


Al releer ambas versiones, a mí me parece que uno compara a Henry James con Salinger (que en gloria esté).



Todas estas cuestiones me plantean un interrogante de no poco calado. En realidad, pensé, la lengua de Dostoievski, que escribía en 1866, podría hallarse más próxima al arcaísmo de Cansinos que a la frescura de Laín, con lo cual la traducción más apropiada sería la del primero. Pero eso convertiría la obra en un objeto mucho más inasequible y, en cierto sentido, la inutilizaría. En fin: ¿qué debe hacer el traductor en semejante situación? ¿Atenerse a un estilo que es caduco, amarillea o simplemente resulta defectuoso? ¿Actualizar la lengua para convertir la obra en un producto atractivo a los lectores actuales? ¿Tiene derecho el traductor a mejorar la obra? ¿De quién es la obra, pues? La persona que lea inglés se habrá dado cuenta de que la traducción de Cortázar mejora ostensiblemente, a nivel de estilo, los tremendos cuentos de Edgar Allan Poe, cuyos adjetivos y períodos llenos de pedantería soliviantan al más pintado. ¿Es correcto, esto? El traductor es un traidor, sí, pero ¿podría trabajar para la posteridad?

9 comentarios:

Pascu dijo...

Muy interesante.

Leí El Jugador, y me pareció una novela bastante redonda, y por breve, dos veces buena. Creo que transmite bien la ilusión que atrapa a un ludópata. De hecho, me quedé convencido de que Alexei tendría un golpe de suerte, y que era un tío que controlaba. Me gustó sobre todo el personaje de la abuela, imponente y con esa impulsividad kamikaze. Creo que era la traducción de Laín, desde luego no usaba una gramática aparatosa.

Como las canciones, un buen tema encuentra muchos intérpretes, y nos quedamos con el que nos transmite más sentimiento. La alternativa es aprender ruso y elaborar nuestra propia versión. De hecho, creo que cada lector saca una versión distinta de un mismo libro, así que mi opinión es que sí, que está bien que un traductor adapte la obra no sólo al idioma, sino también a la cultura (a la forma de expresión) de la época.

Además, si los idiomas son planetas, en mi modesta opinión, las personas somos naves espaciales que sólo pueden comunicarse a veces por radio.

Luis Manuel Ruiz dijo...

Pascu: dentro de poco (creo) publicaré mi opinión sobre El jugador, a la que no tengo en tan alta estima como a otras novelas de Dostoievski. En cuanto a lo que dices sobre traducir y adaptar a la época, no sé si estar de acuerdo contigo: de hacerlo, deberíamos admitir ambos que tradujeran a Lope de Vega, cuyo idioma a veces nos suena extraterrestre, al Arcipreste (lo que ya se ha hecho, si no me equivoco, en cierta colección juvenil de Castalia), o incluso a Pérez Galdós. Un castellano de 1866 transmitiría sin duda la extrañeza y la herrumbre que pueden revestir a Dostoievski para un ruso de hoy. No estoy convencido de una ni de otra postura (traducción como arqueología; traducción como mano de barniz): simplemente expreso aquí mi perplejidad.

La Ira de Vlrick dijo...

Estimado Luis Manuel Ruiz:
Somos Juan Jesús Ojeda Abolafia y Rafael Guardiola Iranzo, profesores de Filosofía en dos Institutos de Málaga y miembros del Comité Organizador del VIII Congreso de la Asociación Andaluza de Filosofía, que se celebrará en dicha ciudad los días 10, 11 y 12 de septiembre de 2010, con el título “Arte y filosofía en el siglo XXI”. Nos ponemos en contacto contigo, a través de tu BLOG, dado que no disponemos de tu dirección de correo electrónico. Y es que a la Asociación Andaluza de Filosofía, a la que representamos en la provincia de Málaga, le gustaría contar con tu presencia en nuestro Congreso en calidad de ponente en la Sección del mismo que lleva por título La filosofía y las artes, prevista inicialmente para la mañana del viernes 10 de septiembre de 2010. Pensamos que podrías una buena contribución al Congreso hablándonos, entre otras cosas, de las interesantes relaciones entre la filosofía y la literatura –con la narrativa, en especial- en el contexto del arte del siglo XXI. Compartirías mesa, en el caso de aceptar nuestra invitación, con profesores encargados de diseccionar las relaciones entre el arte y el cine, la poesía, la música, etc. Hay también una Sección dedicada a Propuestas Didácticas, otra relativa a Arte y Sociedad y otra a cuestiones de Estética que hemos denominado La filosofía como arte. No obstante, como verás, el título de la Sección permite un amplio abanico de posibilidades y aborda un tema del que eres especialista. El Congreso se celebrará, presumiblemente, en el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga (CAC) y participarán activamente en dicho evento tanto el Ayuntamiento, como el Centro de Profesorado, dependiente de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, y la Universidad de Málaga, entre otras instituciones.
La Asociación Andaluza de Filosofía cuenta en la actualidad con 244 socios, mayoritariamente profesores y profesoras de Universidad y Enseñanza Secundaria de la Comunidad Autónoma Andaluza, y ha desarrollado, desde su fundación en 1995, las siguientes actividades: la edición y publicación, con periodicidad semestral, de la Revista “ALFA”, que es también el Boletín de la Asociación, el mantenimiento de una Página Web propia (www.aafi.es), que contiene, además, la Revista electrónica “EL BÚHO”, y la organización de un Congreso de Filosofía bianual. Hasta la fecha se han realizado siete Congresos en distintas ciudades andaluzas y han intervenido en ellos destacadas figuras del panorama filosófico nacional. Tras el primer Congreso, de carácter constituyente, se han abordado cuestiones de interés filosófico tales como “El legado intelectual de Giner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza” (Ronda, 1998), “Ética y derechos humanos” (Sevilla, 2000), “Los retos de la globalización” (Jaén, 2002), “Medio ambiente y desarrollo sostenible” (Doñana, 2004), “Filosofía y democracia” (Almería, 2006), y “Cuerpo, mente y cultura” (Jerez de la Frontera, 2008).
Nos gustaría, por tanto, poder cambiar impresiones contigo en breve, y contar con tu inestimable aportación para conseguir que el Congreso sea un éxito. Recibe un atento saludo y muchas gracias por dedicarnos tu tiempo.

Juan Jesús Ojeda Abolafia
(abolafiajj@gmail.com)
Secretario de la AAFi

Rafael Guardiola Iranzo
(guardiolairanzo@telefonica.net)
Vocal por Málaga de la AAFi.

MANU dijo...

Hola Luis, quería felicitarte, porque a mi modo de ver sos un excelente escritos y con un futuro prometedor, en las ficciones que vendrán.
Te dejo la dirección del blog de una amiga, que me gustaría si podés darme tu opinión. Un amiga que me encanta como escribe, una genia.
Un abrazo y gracias, esperando porque lo mejor está por venir..
http://mariu-cronopios.blogspot.com

. dijo...

No sé si las casualidades me persiguen o si ésto ya es cosa de brujos.
Mi madre posee esa vieja colección de librillos de Ed. Salvat y ayer me manifestó su deseo de "deshacerse de ella". Resultado: por estos días todos los librillos vendrán a parar a mi casa :)

Dejo asuntos domésticos de lado y te comento que estoy a favor de las readaptaciones literarias siempre y cuando no se pierda la esencia de la obra.
Cuando se realiza la traducción de un libro es normal que existan modismos de un lenguaje propio y que tenga que ser adaptado, para que el lector pueda asimilar mejor lo que lee en otro idioma.

Muy interesante el ejemplo que elegiste para ilustrar el tema....
Saludo

Oliver Ado dijo...

Éste es, con mucha diferencia, el blog más interesante que he encontrado en muchísimo tiempo.

Enhorabuena, y gracias.

Luis Manuel Ruiz dijo...

Queridos amigos: gracias a todos por vuestras palabras de aliento. Seguiremos adelante, pues, ya que parece que la tarea lo merece. Consuela de veras saber que uno no predica en el desierto. Un abrazo plural.

Rafael Cansinos dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Rafael Cansinos dijo...
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