viernes, 16 de julio de 2010

Las extraordinarias aventuras de Adela




“Al final de cada episodio, cito el título del siguiente, pero no tengo ni idea de qué tratará. Después me queda inventarme toda la historia”.


Jacques Tardi citado en Le Matin, 21 de diciembre de 1996.



Desde tiempo atrás me extrañaba que el cine la hubiese soslayado, pero ese olvido (lamentable o no) toca a su fin. Norma reedita en España la colección completa de Les aventures de Adèle Blanc-Sec, la obra maestra de Jacques Tardi con permiso (o sin él, que me da igual) de la adaptación de Léo Malet Niebla sobre el puente de Tolbiac, y ello coincidiendo con el traslado al celuloide (digital) de nuestra intrépida heroína. Por lo que sé, la colección de Adèle había sido publicada durante los años ochenta a este lado de los Pirineos de ese modo caótico y caprichoso que nos es propio en revistas como Tótem, Cimoc, 1984 y alguna otra, y ni siquiera sé si el conjunto de sus aventuras apareció de modo completo en formato de álbum, aunque creo que no: ahora Norma remedia todas esas omisiones con una hermosa edición en dos volúmenes, color y precio que equivale a una prohibición.


Ha sido Luc Besson el encargado de traducir las peripecias de Adéle a la pantalla. Uno puede dudar de lo apropiado del director para la tarea, aunque sus logros en Léon y El quinto elemento hacen que esperemos su trabajo al menos con curiosidad (olvidemos atrocidades del estilo de Fanfan la Tulipe o Astérix & Obélix: Misión Cleopatra). Leo que la película abrevia para la ocasión los cuatro volúmenes iniciales de la serie, publicados originalmente entre 1976 y 1978 y convertidos en clásicos inoxidables del cómic de aventuras: Adèle et la bête, Le démon de la Tour Eiffel, Le savant fou y Momies en folie. Repito, no me explico cómo hasta la fecha esta serie había permanecido desatendida por los secuestradores de historias del séptimo arte: una protagonista de personalidad aplastante (¿conservará en la película la cicatriz del labio inferior?), una ambientación de época que evoca, junto al decadentismo parisino de finales del siglo XIX, toda la ciencia ficción primitiva de Verne y Wells, una estructura de relato policíaco aliñada con elementos del género fantástico y de terror, un humor gráfico deudor de todos los clásicos del tebeo de antaño no podía sino suscitar el interés de los guionistas, sobre todo ahora que el futuro vintage mola mazo y por todas partes crecen brotes de estética steampunk. Bienvenida seas a las salas, pues, Adèle: espero que tu belleza descuidada sufra bien el cambio de soporte.


Están por llegar. Tintín en versión de Spielberg y Blake & Mortimer vistos por Álex de la Iglesia. ¿Soportará la historieta franco-belga el calor infernal de los proyectores? Veremos.


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