Mi primera vez. La memoria está repleta de meandros y recovecos, pero es posible que la primera noticia sobre el fatal destino de Hipatia la aprendiera yo en las caudalosas páginas de Decline and fall of the Roman Empire, de Edward Gibbon. En el capítulo cuarenta y siente de dicho monumento se encuentra el texto que copio a continuación. He conservado en mi traducción la puntuación y los períodos algo farragosos del original, con el fin de acentuar la sensación de arcaísmo y elegancia (para mis modestas entendederas, Gibbon ha escrito el inglés más exquisito que se puede leer):
“[Cirilo de Alejandría] pronto promovió, o aceptó, el sacrificio de una virgen, que profesaba la religión de los griegos y cultivaba la amistad de Orestes. Hipatia, la hija de Teón el matemático, fue iniciada en los estudios de su padre; sus instruidos comentarios habían desentrañado la geometría de Apolonio y Diofanto, y ella enseñó públicamente, tanto en Atenas como en Alejandría, la filosofía de Platón y de Aristóteles. En el esplendor de su belleza y en la madurez de su juicio, la discreta doncella rechazó a amantes e instruyó a discípulos; las personas más ilustres en rango o mérito estaban ansiosas por visitar a la mujer filósofo; y Cirilo contemplaba, con ojos celosos, el fastuoso carrusel de caballos y esclavos que copaba la entrada de su academia. El rumor de que la hija de Teón era el único obstáculo para la reconciliación entre el prefecto y el arzobispo se extendió entre los cristianos; y ese obstáculo fue rápidamente despejado. En un día aciago, en la sagrada época de Cuaresma, Hipatia fue sacada de su carro, despojada de sus vestiduras, arrastrada hasta la iglesia e inhumanamente despedazada por Pedro el lector y un tropel de fanáticos salvajes y sin piedad: la carne fue arrancada de sus huesos con conchas de ostra afiladas, y sus miembros desnudos fueron entregados a las llamas. El justo proceso de la investigación y el castigo fueron detenidos por altos poderes; pero el asesinato de Hipatia marcó con un estigma indeleble el carácter y la religión de Cirilo de Alejandría”.
El origen último. La versión de Gibbon, redactada promediando el siglo XVIII, contiene todos los tópicos de la imagen clásica de Hipatia, al menos la que nos ha legado
Siempre Voltaire. Naturalmente, el retrato maniqueo de Toland gozaría de un veloz éxito entre las mentes ilustradas, y más aún entre las que se sentían inclinadas a la provocación y la pulla. Es decir, que más temprano que tarde Hipatia tendría que convertirse, por fuerza, en heroína de Voltaire. El látigo de Fernay la usa como material incendiario en dos puntos de su obra: uno, en cierto Examen importante de Milord Bolingbroke o la tumba del fanatismo, de 1736, y otro, en la entrada correspondiente de su famoso Diccionario filosófico, edición de 1764. Igual que Toland, Voltaire alude de pasada a las fuentes de las que supuestamente mana la leyenda (Damascio y
El espíritu de Platón y el cuerpo de Afrodita. El cuadro que figura sobre estas líneas pertenece a la paleta de Charles William Mitchell y fue producido en 1885. Da cuenta del nuevo prisma con que la figura de la filósofa sería contemplada con el cambio de siglo, a la luz del decadentismo y la poesía parnasiana. La pintura constituye una especie de resumen de
Le vil Galiléen t’a frappée et maudite,
Mais tu tombas plus grande! Et maintenant, hélas!
Le souffle de Platon et le corps d’Aphrodite
Sont partis à jamais pour les Meaux cieux d’Hellas!
[El vil Galileo te ha golpeado y maldecido,/ ¡pero al caer te hiciste más grande! Y ahora, ¡ay!/ ¡El espíritu de Platón y el cuerpo de Afodita/ han ascendido para siempre a los bellos cielos de
El mismo autor redundaría en sus alabanzas a la bella mártir en el drama en verso Hipatia y Cirilo (1857), donde la filósofa trata de convencer al patriarca de una especie de panteísmo baudelaireano que inevitablemente cae en oídos sordos. Apenas veinte o treinta años más tarde, Maurice Barrès la disfraza bajo el nombre de Atenea en el relato “La virgen asesinada”, publicada en su recopilación Sous l’oeil des barbares. Este último texto resulta de interés porque es la primera vez, creo, en que la muerte de Hipatia aparece asociada a la destrucción de la famosa Biblioteca de Alejandría, aunque se trate de su sede menor del Serapeo. Pecado el de este matrimonio, entre muerte y llamas, del que yo también me confieso culpable en mi novela, como se verá en su momento si guardáis la paciencia necesaria.
Nuevos enemigos con un viejo rostro. Pero la obra estándar sobre Hipatia, la que ha nutrido su fama hasta el día de hoy, de la que se han servido à piacere multitud de escoliastas, novelistas de medio pelo y factores de enciclopedias (y, sospecho, también la que riega las aguas subterráneas de la película de Amenábar) es la de Charles Kingsley, clérigo, novelista e historiador inglés, quien en 1853, al socaire de peplums como los de Bulwer-Lytton, da a la imprenta Hypatia or the New Foes with an Old Face. En este título sí quiero detenerme porque, repito, creo que es la fuente de la que bebe la mayoría de los clichés sobre Hipatia que se han difundido desde entonces. Los protagonistas son cuatro: Hipatia, que a la sazón cuenta con veinticinco angelicales añitos e imparte cursos en el Museo sobre filosofía platónica; Cirilo, el perro de Dios; Orestes, prefecto borracho y ambicioso; Filamón, monje bisoño. A ver: Cirilo está muy furioso porque Hipatia se lleva de calle a los jóvenes de Alejandría y desvía hacia el paganismo a todo púber en estado de escuchar la palabra de Dios; envía al monje Filamón, que a pesar de su juventud ha estado curtiendo su espíritu en la soledad del desierto, a que oiga sus sandeces y la desenmascare en público; Filamón acude al Museo, oye a la mujer, y no sólo no la rebate, sino que se pasa a su bando y se enamora de ella. Entretanto, Hipatia mantiene vínculos (castos) con el prefecto Orestes, que además planea un golpe de estado secreto con el usurpador Heracliano; pero Heracliano es derrotado ante las puertas de Roma, Orestes cae en desgracia y arrastra con él a Hipatia, que por fin da pretexto a Cirilo para ejercer su venganza. Fin: la consabida carnicería, con el vergonzante trámite previo de ¡la conversión de Hipatia al cristianismo!
La perra de Alejandría. Podrían aducirse, sin duda, otros ejemplos de la tradición literaria centrados en el asunto que nos ocupa, pero baste lo reseñado hasta aquí para dar cuenta de sus principales trazas: Hipatia es joven y virtuosa, incluso virgen; Hipatia es sabia, domina las matemáticas y la filosofía platónica; Hipatia es pagana y fue asesinada por su oposición a la cruz y la corona de espinas; la muerte de Hipatia, como el incendio de
1 comentario:
muy interesante la info sobre Hipatia y las referencias literarias
la verdad es que yo antes de la peli de Amenábar no la había escuchado nunca, pero desde entonces devoro todo lo que cae en mi mano sobre ella ya que me parece un personaje muy significativo en la Historia
saludos
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